Por Emiliano Galli | LA NACION
La reestructuración de los servicios de transporte marítimo internacional es una práctica tan típica de la industria como los acuerdos comerciales entre líneas (joint services), que comparten barcos y espacios de bodega en un mismo tráfico.
En estos días, un sector en Rosario mostró signos parciales de preocupación y tildó de "abandono" del puerto lo que en rigor no es más que una reestructuración de servicios.
La psicología también se aplica a los puertos: refuerzan su personalidad cuando llega un nuevo buque, se deprimen cuando el buque discontinúa temporalmente sus recaladas y sienten un rechazo "el consuelo" de continuar con barcazas en reemplazo del buque.
Un buque es una unidad económica: si gana plata se queda; si pierde, no conviene que se quede. Además, no es que Rosario pierda su conexión "con el mundo", la reemplaza: de Montevideo o un puerto brasileño (con MSC) pasa a Buenos Aires (con CARE), puerto que sólo puede tocar con un armador nacional. Dedicar un buque de más de 1500 TEU para subsidiar a los cargadores que sólo ocupan el 25% de su bodega es solidaridad, no negocio.
Hay algo que a muchos les resulta ininteligible. Y detrás de una pelea epidérmica, el verdadero problema sigue a sus anchas. Esto es, que nadie quiere el transbordo en puerto argentino porque esto demora el tratamiento de mercadería exportada por parte de la Aduana, que no entra en razones al respecto, sin importar la cantidad de veces que puertos y armadores se lo reclamaron.
MSC no abandona Rosario, un buque suyo sí. Y continúa de la mano de CARE, compañía del armador nacional Maruba, que desde su última parada obligada lleva una 12 de giros en tiempo y forma.
En tanto, Maruba continúa recibiendo buques: el último de ellos, el San Nicolás, es un containero para el cabotaje patagónico con Buenos Aires y a fines de la semana próxima llegaría otro granelero de 90.000 toneladas y desde Maruba aseguran "que no van a descuidar los puertos argentinos y el cabotaje".